Sábado, 3 de julio de 2010.
El ex dictador volvió a sentarse en el banquillo de los acusados después de 25 años
Arrancó el juicio a Videla y Menéndez por 31 fusilamientos
Marta Platía.
A casi 25 años del histórico Juicio a las Juntas, el ex dictador Jorge Rafael Videla volvió a sentarse ayer en el banquillo de los acusados. Esta vez lo acompaña el represor Luciano Benjamín Menéndez –quien ya sumó tres condenas a prisión perpetua– y otros 25 cómplices.
El ex presidente de facto que derrocó el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976, deberá responder por las torturas y el asesinato de 31 presos políticos a quienes se les aplicó lo que llamaban “ley de fugas” en la cárcel del barrio San Martín de ésta ciudad –conocida como Unidad Penitenciaria N° 1 (UP1)– entre abril y octubre de 1976; tres de los cuales fueron asesinados en
De traje azul oscuro y visiblemente nervioso, Videla de 84 años, se sentó al lado de su otrora subordinado, el siempre pétreo y más ducho en juicios Luciano Benjamín Menéndez, de 83, con quien no se veía desde 1979, cuando el ex Jefe del Tercer Cuerpo de Ejército intentó un golpe dentro del gobierno de facto, y fue detenido en un regimiento de Curuzú Cuatiá.
Contra lo que se podía esperar, ambos se mostraron codo a codo: Videla incluso, le habló a Menéndez al oído casi sin parar durante veinte minutos, mientras en la sala familiares de desaparecidos, representantes de organismos de derechos humanos y un miniejército de abogados defensores y querellantes, intentaban acomodarse en las butacas designadas.
En esta oportunidad y a diferencia de los dos juicios anteriores, es tal la cantidad de acusados: 27 personas dentro de la “jaula de cristal”, que el tribunal se vio obligado a replantear la ubicación de algunos asientos y reducir la entrada del público.
La lectura de la acusación, seguida por Luis Eduardo Duhalde, el intendente Daniel Giacomino y su vice Carlos Vicente, además de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, llevó toda la primera jornada.
La voz monocorde del secretario del juzgado, detallando los “trece hechos” de fusilamientos mientras los familiares de las víctimas intentaban contener los sollozos, por momentos se pareció estremecedoramente a un Vía Crucis.
Ni bien concluyó, el ex presidente de facto levantó la mano como un alumno aplicado y pidió la palabra: “No, señor Videla. Ahora no. Tendrá que esperar su oportunidad”, negó serio, tajante, el juez Jaime Díaz Gavier, titular del Juzgado Federal Oral N° 1. Hubo un murmullo en la sala. Es que a nadie le pasó desapercibido el impacto de volver a ver –y escuchar– a quien fuera el jefe de la dictadura más sangrienta de la historia Argentina y –claro– verlo luego acatar la orden del juez, calladito y sin chistar.
“Por la gran cantidad de testigos y acusados, pensamos que el juicio se extienderá hasta fin de año”, le dijo a este diario el fiscal Maximiliano Hairabedián. Mientras transcurra, Videla, Menéndez y los otros 25 represores, seguirán presos en el pabellón “MD2” de la cárcel de Bouwer– destinado a criminales de lesa Humanidad – en las afueras de la ciudad de Córdoba.
Todas las víctimas de la ahora llamada “Causa Videla” fueron detenidas y encarceladas en
El 12 de agosto mataron a Gustavo Adolfo Breuil (obligaron a su hermano Eduardo a presenciar el crimen) y terminaron con la vida de Miguel Hugo Vaca Narvaja e Higinio Arnaldo Toranzo, en un descampado cerca del Chateau Carreras. Les siguieron Ricardo Daniel Tramontini y Liliana Felisa Páez de Rinaldi. Los últimos fusilamientos de éste período ocurrieron el 11 de noviembre: las víctimas fueron Miguel Angel Ceballos, Pablo Alberto Balustra, Florencio Estéban Díaz, Jorge Oscar García, Marta Juana González de Baronetto y Hugo Oscar Hubert.
La audiencia, donde se estima que tanto Videla como Menéndez hablarán, continuará el lunes.
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Impresiones
Cuarto intermedio. El público y casi todos los acusados abandonaron la sala por quince minutos. Jorge Rafael Videla decidió quedarse. Estaba solo. “¿Es que no tiene amigos adentro? ¿Menéndez no quiere ni verlo?”, se preguntaban algunos observadores desde las butacas. Allí abajo en el fondo de la sala, el hombre que antes parecía altísimo, impune, ya no lo es tanto. No sabe qué hacer con su tiempo. Camina con la ansiedad de un animal enjaulado. No tiene el paso de un anciano ni mucho menos. Hiperkinético, limpia el asiento de su butaca con la mano, acomoda papeles, se abrocha y desabrocha el saquito de lana debajo del saco, se peina el pelo gris con sus larguísimas manos. Y nunca deja de mirar. Aún ahora, desde abajo, todavía desafiante. Junto a Carlos Paillet, un colega de
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Los asesinatos a sangre fría de los presos políticos Raúl Augusto Bauducco, un estudiante de periodismo de 28 años, y del médico José René Moukarzel, de 26, son casos emblemáticos de la historia negra del penal de barrio San Martín. A Bauducco, luego de desmayarlo de un palazo en la cabeza, el cabo Miguel Angel Pérez lo fusiló de un balazo en la nuca enfrente de los demás presos, previo pedirle consentimiento a su superior de entonces, el teniente Enrique Mones Ruiz. Ambos están sentados entre los 27 acusados. Lo ocurrido al doctor Moukarzel es conocido por la crueldad del castigo infligido: el teniente Gustavo Adolfo Alsina (también procesado), lo habría encontrado dialogando con otro preso y, con la venia de su jefe Emilio Juan Huber, lo mandó a estaquear desnudo en el patio de la cárcel. Fue en la noche del 14 de julio de 1976. Le pusieron piedras bajo la espalda y le echaron agua fría hasta provocarle la muerte. Por su asesinato también está imputado el médico José Felipe Tavip, quien firmó un certificado de defunción que habría ocultado las causas reales de la muerte.
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