Sobre la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo.
Los curas Tercermundistas no se rinden
Por Marta Platía
Foto: Roland Brus
Luego de que el lunes 12 de julio, el Arzobispo de Córdoba, Carlos Ñáñez le iniciara un juicio canónico al padre Nicolás Alessio por estar a favor de la ley de Matrimonio entre personas del mismo sexo, y le prohibiera dar misa; el sábado 17 de julio, y a pesar de la prohibición, “el Nico”, como le llaman los feligreses de la iglesia San Cayetano, en el barrio Altamira, concelebró una misa frente a su parroquia, a la intemperie y con un frío difícil de soportar, junto al Grupo Enrique Angelelli y el Grupo de curas casados.
Más de trescientas personas le pusieron el cuerpo al viento helado para acompañar a su párroco de más de 27 años. También asistieron diputados, concejales, representantes de agrupaciones de Derechos Humanos y de las comunidades homosexuales de Córdoba.
Antes del discurso de Alessio, el cura casado Adrián Vitali, resaltó que “a Nicolás le prohíben dar misa y lo someten al Tribunal Eclesial, pero la Iglesia oficial (dirigida por el Cardenal Jorge Bergoglio) protege y permite dar misa a curas que hay sido condenados por abuso sexual de menores, como el padre (Julio) Grassi; el ex obispo de Santa Fe, monseñor (Edgardo) Storni (que vive en La Falda, bajo la protección de Ñáñez); y hasta curas, como (Christian) von Wernich, acusados por delitos de Lesa Humanidad que colaboraron durante la dictadura militar, que da misa en el Penal donde está recluído. Se castiga a quien piensa distinto, no a quien obra distinto de lo que debería según lo indica la moral de la Iglesia”.
Va la transcripción del discurso de Nicolás Alessio, quien piensa resistir en su parroquia, a pesar de que en los próximos días llegaría “el relevo” de la curia cordobesa. Una decisión que, claro está, tiene la venia del Cardenal Jorge Bergoglio.
…
Si ustedes tienen frío, no saben lo que es acá arriba. Pero acá estamos, para pelearla… Como yo soy mucho más obediente de lo que el Obispo cree, voy a leer y hacer algunos comentarios, algunas preguntas.
Voy a leer el comunicado con el que desata todo este conflicto.
“El señor Arzobispo de Córdoba, Monseñor Carlos José Ñáñez –quiero aclarar que en lo personal soy amigo de Carlos Ñáñez. En lo personal. Y tal vez por eso entiendo menos esta actitud que tomó como Obispo-. El señor Arzobispo Carlos José Ñáñez manifiesta claramente que luego de haber agotado todos los medios de solicitud pastoral –le agradezco la solicitud pastoral—para que el presbítero José Nicolás Alessio se enmendase y retractase públicamente…”.
Primer comentario: ¿De qué me tengo que enmendar, de qué me tengo que retractar? Y lo voy a decir en plural, porque yo soy uno más en el medio de éste torbellino. Nada más, uno más.
¿De qué nos tenemos que enmendar? ¿De qué nos tenemos que retractar?
¿De querer ser libres? De apostar por la vida en la diversidad maravillosa de un arco iris, de un Dios de muchos rostros, ¿de una naturaleza de muchos perfumes? ¿De qué nos tenemos que enmendar? Enmendar es corregirse. ¿De qué nos tenemos que corregir? ¿De buscar ser felices? ¿De ser coherentes con lo que uno piensa? ¿De soñar con un mundo distinto? ¿Con una sociedad argentina distinta que acepte la diversidad y repare un daño histórico a la comunidad homosexual? ¿De qué nos tenemos que enmendar y corregir?
Si el señor Arzobispo me lo pudiera explicar, y yo lo pudiera entender, estaría dispuesto a corregirme, a retractarme. Pero pedirme que nosotros nos corrijamos de buscar ser coherentes o felices, que me retracte de lo que pienso, es como si me pidiera que mienta. Eso no lo puedo y no lo podemos hacer.
“Que se enmendase y retractase públicamente de las declaraciones realizadas por él mismo”. Obvio, por él mismo, yo mismo. Pero hay un pequeño error, Carlos, no soy yo. Somos todos. Bueno, tal vez no todos, hay algunos que tal vez piensan como vos. Pero somos muchos… (“y muchas”, agrega a los gritos una mujer). Las feministas son tremendas (risas). Somos muchos y muchas. Lo que pasa es que yo no digo muchas, porque después dicen cosas de mí (risas). Son muchas y muchas los que pensamos distinto. Diverso. Y no sólo un párroco de una humilde barriada. Lo han dicho teólogos, biblistas con mucho más autoridad que yo y que el Grupo Angelelli. Con mucha mayor autoridad técnica, científica. Entonces no soy yo, Carlos, solo. Que me “enmendase y retractase públicamente de las declaraciones realizadas por él mismo” y por muchísimos otros… y otras, y acá viene una perlita: “Realizadas por él mismo las declaraciones a favor del presunto matrimonio entre personas del mismo sexo”. Lo del presunto, Monseñor, no va más. No va más. No va más.
En el próximo comunicado, o decreto o sanción, porque voy sumando penas, no va más lo del presunto, Monseñor. Ya un país libre y soberano a través de su Congreso Nacional dijo que son matrimonio. Que no es nada presunto. Son matrimonio. Y entonces hay que aceptarlo, Monseñor. Salvo, que la jerarquía de la Iglesia quiera desobedecer a un Estado libre y soberano que con todas sus instituciones democráticas en plena vigencia de sus atribuciones, dijeron esto no es más presunto. Dijeron esto es ley. Son matrimonio. La misma palabra, los mismos derechos. La misma palabra, la misma dignidad.
Después sigue que “todo esto por ser contrario a la enseñanza y magisterio de la Iglesia, y habiendo el antedicho (que soy yo) negado toda posibilidad de modificación de su obrar, ha decidido (el Obispo) el proceso eclesiástico correspondiente en el Tribunal”.
¡Qué feo que me sonó! Yo no les puedo contar lo feo que fue cuando me dijeron que tenía que bajar a notificarme al Tribunal, casi una metáfora del infierno, ahí en la curia, tenía que bajar ahí al Tribunal. Y yo le dije “Monseñor…Carlos, no puedo yo creer en esto de tribunales, sentencias, abogado defensor, creo que tengo como unos veinte días para buscar un abogado, si por ahí anda uno bueno… Digo, Carlos yo no puedo creer en esto. Me hace acordar a la escena de Jesús frente al Sumo Tribunal del Semedrín con Pilatos cuando lo condenaron. Y eso que yo, lejos, lejísimo de ser como Jesús, pero tribunales, sentencias, proceso, delito, abogado defensor, juicio… Le digo, Carlos, guardá todos tus papeles, porque yo creo en el Evangelio y no puedo creer, no puedo creer en esta burocracia tan leguleya, romana. (La gente lo aplaude)
Y entonces dice el texto “para que toda esta actuación se realice conforme frente al derecho eclesial vigente –como si no fuera poco ya, dice– estableciendo entonces una medida cautelar…–cautela, prudencia, vamos a ver cuál fue la medida de prudencia—en la que formalmente le prohíbo el ejercicio público del ministerio sacerdotal”. Yo le dije: Carlos, hasta podría someterme al juicio, pero aceptar que mientras el juicio se sustancie, creo que dicen así los abogados ¿no?, se sustancia, se sustancie—que me prohíbas estar con mi comunidad compartiendo la mesa de cada domingo, eso es cortarme las manos, es absolutamente desmedido y profundamente antievangélico. Antes que obedecer semejante desmesura, que no tiene nada de cautela, ni de cauto ni de prudencia, yo voy a obedecer mi sagrado deber de estar con mi comunidad celebrando la mesa del pan de la vida.
1 comentario:
muy buena nota
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